18. Tutores, orientadores, coaches e influencers
Tutores, orientadores, coaches e influencers, todos ellos comparten un rasgo de liderazgo común en tanto modelos a seguir. No obstante, existen algunas diferencias entre ellos, que se definen sobre todo por el tipo de público al que van dirigidas cada una de sus actividades. Por ejemplo, el alumno siempre se encuentra en una relación de dependencia con respecto a su tutor, al menos teóricamente. Sin embargo, aquellos que siguen las instrucciones de un coach o un influencer lo hacen bajo su propia responsabilidad e intereses. Por tanto, el tutor tendrá una responsabilidad moral mayor de cara a su público, puesto que se entiende que el alumno le necesita como figura de referencia. Esta relación de necesidad no es tan grave en el caso de coaches e influencers, o al menos no debería serlo si tenemos una personalidad formada. El tutor como agente educador tiene cierto compromiso con los valores que promueve y con los métodos que utiliza a la hora de formar individuos. El coach o el influencer pueden tomarse más libertades a este respecto, pues se integran en un clima de mercado en el que prestan sus servicios a aquellos que están interesados en seguir sus pasos. Si el modelo que representa un coach o un influencer no resulta ser un producto atractivo para las masas, pierde su validez y rápidamente se sustituye por otras alternativas que se adapten mejor a la demanda. Sin embargo, tanto el tutor como el orientador, no se dejarán, idealmente, influir por la opinión de la mayoría, sino que se guiarán por aquellos valores o máximas morales que consideren correctas. A través de un análisis ético y pedagógico de la función de la educación en la sociedad, educadores y orientadores buscarán generar mediante su práctica, una tendencia hacia cierto modelo ideal de correción ética y normativa. El coach o el influencer no tienen por qué atender necesariamente a estos requisitos, pues son más bien un producto o un resultado de aquello que la sociedad es de hecho, y no se posicionan con respecto a ningún paradigma ético en términos absolutos. En otras palabras, el coach y el influencer no buscan el consenso exponiendo sus ideas a debate, sino que las ofrecen como objeto de consumo que, o bien se vende, o bien fracasa. Existen otras figuras sociales que comparten estos rasgos que acabamos de presentar con ciertos matices que las hacen diferentes. Por ejemplo, el dirigente político vendría a ser una especie de tutor, cuyo tutorado es el pueblo llano. Eso sí, esta es una manera positiva de ver al cargo político. También podríamos hablar del dictador como si se tratara de un influencer con el poder necesario para llevar a cabo todas sus ideas. El dictador, al igual que el influencer, no tiene la necesidad de argumentar públicamente su discurso, solo que este tiene la capacidad para llevarlo a la práctica sin impedimentos. De hecho, el dictador ejerce una influencia a través de la dominación autoritaria, mientras que el influencer influencia por medio de estrategias democráticas.
Por último, me gustaría añadir que, desde mi punto de vista, el influencer debería ser capaz de dar cuenta de sus actos y motivaciones a través de una justificación ética, del mismo modo en que lo hacen el tutor o el educador.
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